Stella Matute le da potencia a un viaje entre pasado y presente que escribió y dirige Fernando Alegre
Carlos Pacheco
PARA LA NACION
Stella Matute, en Julia, laberinto de memorias
Dramaturgia y dirección: Fernando Alegre. Intérprete: Stella Matute. Coreografía: Mecha Fernández. Iluminación y escenografía: Fernando Alegre, Eduardo Paglieri. Sonido: Manuel Pérez Vizán. Vestuario: Cristina Suárez. Asistencia de Dirección: Eduardo Paglieri. Sala: Payró, San Martín 766. Funciones: sábados, a las 19. Duración: 60 minutos.
Julia/Juli aparece en escena con la intención de contarnos
su vida. En su adultez la protagonista ha decidido dar cuenta de su historia.
La violencia golpea con fuerza al diferente y pareciera deformar un cuerpo que,
aún así, quiere, necesita, mostrar que puede lograr enaltecerse. Solo unos
pocos aliados pueden ayudar a este personaje a recuperar aquel tiempo de
infancia. Unos muñecos queridos con quienes se sentía protegida y la ayudaron a
definirse y, a la vez, a entender que siendo diferente podía alcanzar metas que
para otros resultaban imposibles de lograr.
Julia se pone en el papel de Juli y recuerda. Ese acto le
posibilita no solo mostrar su realidad pasada sino que ha logrado descubrir un
presente en el que nadie, tal vez jamás, podrá volver a convertirla en un ser
vulnerable. Julia en escena transita su niñez, su adolescencia y en su adultez
puede recomponerse. Y lo expone ante una platea que sueña sus sueños, se
compadece de ella y, fundamentalmente, la integra a un cuerpo social que, por
fortuna, ya no cuestiona sino que comprende y acepta, confirma que ante el
dolor por el que han pasado esas criaturas ya no podemos compadecernos, sino
que es necesario aliarse a su necesidad de recomposición.
Fernando Alegre en Stella Matute encuentra una intérprete
que posee la fortaleza suficiente para hacer crecer el drama de esa mujer que
conmueve con fuerza al espectador.
Carlos Pacheco
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